Nixon, el que abrió la veda






















Lo que hizo Nixon sobrecogió a los americanos, que le condenaron, al menos mediáticamente, pues judicialmente no llegó a nada gracias al indulto de Ford, por el caso Watergate.

Sin embargo, el que fue presidente de los estados unidos a finales de los 60 y hasta principios de los 70 (hasta su dimisión en 1974) mostró arrepentimiento, quizás algo forzado o acorralado en la entrevista con el periodista británico David Frost, pero más tarde o más temprano pidió perdón a su nación.


La pregunta es: cuántos Nixon hay hoy en día, que ni tan siquiera son capaces de reconocer sus fechorías. ¿Cuántos políticos enarbolan esa bandera del "interés general de mi pueblo" para hacer lo que les venga en gana y creerse dueños y señores de lo que es de todos? Se me viene a la mente ahora algún que otro ejemplo. Y no vale esconderse bajo el paraguas de "es que, total, son sólo unos pequeños errores administrativos", es decir, los que no nos pasan a ningún ciudadano de a pie.

Nixon pudo haber sido recordado por sus aciertos en política exterior, con ese acercamiento a la URSS y a China, o el fin de la guerra de Vietnam, o su intervención (para algunos innecesaria y para otros tardía) en Camboya. Lo que está claro es que lo que primero se le viene a uno a la mente cuando piensa en Nixon es Watergate, se dice incluso (o al menos así lo recoge Ron Howard en su película El desafío: Frost contra Nixon) que a partir de ese momento todos los escándalos políticos asumieron el sufijo -gate.

Quizás "Tricky Dicky" (Dick el tramposo) se creía capaz de utilizar su poder de presidente para su propio beneficio, pero hoy en día esta práctica, lamentablemente, no nos resulta tan nueva ni cuanto menos inusual. Ojalá todos siguieran el camino de Nixon, y pudieran reconocer finalmente sus errores y delitos, o, al menos, que algún periodista valiente se arriesgara un poco más en la firme tarea de desenmascarar a los "tramposos".

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